El cerro de San Blas
De San Blas ignoramos casi todo, y sobre todo su origen, pero lo que queda de ella , un rastro de cimientos en piedra removida, se ha fundido ya con el paisaje, que, en forma de pequeño cerro cercano a la villa de Fuentidueña, nos produce sensaciones ciertamente positivas. Vale la pena subir a San Blas para degustar la belleza que dejamos a sus pies.
San Blas tuvo su momento, a mediados del siglo XVII, cuando fue reedificada para albergar a una cofradía con su nombre, pero fue un tiempo efímero; el edificio no sobrevivió ni veinte años. Parece que la decisión no jugó a favor de la pervivencia del templo y finalmente fue la de trasladar los objetos valiosos a la cercana ermita de Santa Cruz, que a su vez fue someramente restaurada para este fin.
El peregrinaje de las posesiones de San Blas no acabó aquí, pues la iglesia de la Santa Cruz no tardó en presentar serias deficiencias estructurales, de manera que la imagen del santo y su altar fueron finalmente llevados a la hermosa iglesia de San Miguel de Fuentidueña. La cofradía también desapareció, aunque un siglo más tarde.
SENDERISMO EN SAN BLAS
Subir a San Blas no es simplemente visitar una ruina más; la Comunidad de Fuentidueña nos ofrece, desde el cerro donde se asientan las ruinas de la ermita, una de sus panorámicas más completas: estamos en el valle del río Duratón, que, liberado de sus hoces, camina por la llanura hasta morir en el Duero en la cercana Peñafiel.
Desde San Blas, las Vencías, el embalse de las llamadas tierras vencidas, playa de Fuentidueña y sus pueblecitos cercanos; la villa se percibe protegida por el gran desnivel del roquedo donde se asienta y por las tierras blancas, onduladas del norte de la provincia de Segovia. Estamos entrando en un mundo ajeno a la civilización y respiramos paz y, porque no, alivio. San Blas y las cercanas ruinas de la Santa Cruz no perturbarán en nada esta sensación.