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De San Cristóbal a San Juan

El Valle de Tabladillo debe su nombre al pequeño cañón en el que se ubica un fértil valle de ondulante trazado, protegido por impresionantes paredones rocosos. En el Valle,  increíblemente todo florece y allí, a la sombra de los frutales, se asientan sus dos barrios: El del Valle y el de Arriba. 

No sólo las huertas llamarán nuestra atención en estas tierras de Sepúlveda con fama de frías e incluso inhóspitas. La geología ha dejado también su impronta en las enormes y caprichosas formaciones calizas de las inmediaciones: en nuestro paseo reconoceremos a las Monjas, San Juan, la peña del Obispo o al Fraile y quizás al Boquerón, si entramos en el barranco de la Pecilga

San Cristóbal

También nos sorprenderán algunas de sus viviendas, que aún conservan el encanto del adobe, la piedra y la madera bien trabajados y dan al municipio un carácter muy peculiar, con sus aleros prominentes, sus balconadas y sus fachadas buscando al sol. 


El Valle de Tabladillo contaba no con una, sino con dos ermitas, ambas actualmente en ruinas.  Una de ellas, San Cristóbal, se encuentra en el Barrio de Arriba. Debía ser muy pequeña y ciertamente poco importante, pues ni siquiera Madoz la recoge en su extensivo diccionario de poblaciones de mediados del XIX, y, sin embargo, su estampa no deja de ser sugerente, en  lo alto de una colina aterrazada, separada de la aldea por la pequeña carretera de acceso al valle. Solo permanecen en pie restos de sus cimientos, que sirven de refuerzo a la colina.  

Sus muros en mampostería, con un pequeño vano,  permiten ver en tramos su curiosa construcción en forma de espina de pez, tan peculiar en el Medievo y que debe su nombre al opus spicatum de los romanos. 

Para caminar por la zona de San Cristóbal, no hay más que llegar al Barrio de Arriba, un pequeño caserío dependiente del Valle de Tabladillo del que dista poco más de un kilómetro. 

San Cristóbal preside la aldea desde lo alto de un pequeño promontorio, visible desde la carretera,  a mano derecha si venimos desde el Valle de Tabladillo. Un camino de tierra y una estrecha trocha te permitirán llegar hasta la ruina, un espléndido mirador de la zona.

Parte de sus sillares fueron reutilizados en la reforma de la iglesia parroquial de Valle de Tabladillo, la Inmaculada Concepción, donde también se encuentra su campana. 

Pero antes de planificar tu recorrido, debes saber que San Cristóbal no es la única ruina de la zona. 

El cercano despoblado de Pajares, documentado en el siglo XIII, nos recibe también con otra ruina, su ermita de San Juan, que se asentaba al otro lado de la carretera, junto a la cueva del moro. La ruina, un par de paredes rodeadas de vegetación,  es visible en dirección a Carrascal del Río, desde el Valle de Tabladillo, en el margen izquierdo de la carretera a menos de dos kilómetros.

Son escasos los restos y ni siquiera permiten adivinar lo que fue su estructura, aunque con un poco de imaginación, a la segoviana, creemos que fue de planta rectangular y de material pobre. 

San Juan incluía un cementerio, ahora ya casi olvidado, como ocurrió con tantos templos venidos a menos. Sin embargo, los restos de la ermita no pasaron al olvido, pues fueron reusados en la construcción de la sencilla iglesia del Valle, Nuestra Señora de la Concepción. 


RECORRIENDO EL VALLE 

Varios son los caminos que te permitirán disfrutar de este paisaje abrupto pero lleno de encanto y aquí te propongo uno de los más hermosos: El sendero del cañón del fraile. Se trata de uno de los paseos con más encanto de la zona, en un sencillo recorrido que une las poblaciones del Valle de Tabladillo y Castroserracín. Imprescindible.


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