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De Nuestra Señora del Otero al torreón de Pociagüillo

La pequeña población de Lovingos, ahora anejada a Cuéllar, guarda más de un atractivo. De Lovingos a su antiguo Barrio, un camino nos conducirá a un pequeño promontorio de fácil acceso, mirador de excelencia sobre la campiña cuellarana, arropado por el mar de pinares del noroeste. Allí encontraremos lo que fue Nuestra Señora del Otero, un faro en la paramera. Unos kilómetros más al oeste descubriremos lo que fue el despoblado de Pociagüillo.

Lovingos

Dicen que Lovingos es pueblo muy antiguo y así debió ser, pues ya hay datos de su presencia en el siglo XI, donde aparece en el testamento del posible repoblador de la zona, Pedro Ansúrez. 

Puede ser que incluso existiera antes de la reorganización medieval en comunidades de villa y tierra, sobre todo si atendemos a la posible etimología germánica de su nombre, lugar frondoso. 

Pero si Lovingos sobrevivió a Almanzor y sus envites, nunca lo sabremos con certeza, pues hay también quien piensa que su topónimo honra a su presunto repoblador, alguien que pudiera haberse llamado Lope Íñigos.

Intuimos también que Lovingos fue población de frontera, ya que ruinas de una antigua fortaleza, aún visible, hacen pensar que fue ésta, efectivamente, tierra de reconquistas, y lugar notable. 

Es éste lugar de páramo, pero de páramo habitado; casas renovadas, calles transitadas y actividad constante de labradores y ganaderos. Visitamos la plaza, como no, y allí nos reciben la espigada torre y la sencilla portada mudéjar de su templo, San Esteban, edificio románico tardío.  


NUESTRA SEÑORA DEL OTERO

Pero Lovingos encierra además una grata sorpresa, que nos aguarda a poco de salir del pueblo, dirección sur, por el camino llamado del cementerio. Ya hemos observado desde la carretera una construcción, que, como un gran faro, desafía la planicie del páramo. Pronto, a nuestra derecha, veremos un collado, por cuyo camino de acceso nos desviamos. Allí, un cartel nos indica que estamos llegando al despoblado de Sancta María del Otero, en el cerro de Nuestra Señora del Otero, un mirador de excelencia sobre la llanura, una estampa mágica que admirar. es la zona que allí llaman El Barrio.

Santa María del Otero controla el páramo desde la soledad de su colina y nos hace recordar la forma en que Luis Mateo Díez definía las tierras, como estas, de soledad: "Es un territorio que yo llamo del espíritu áspero, de esos paisajes del alma y de la desolación, donde parece que no hay nada".

Se encuentra, como todo buen collado, en la confluencia de dos pequeños arroyos, en este caso el de la Cigüeña y el Collalbillas, y guarda restos de muchos momentos históricos distintos y diferenciados. Recordamos que su primera reseña escrita aparece en documentos eclesiásticos medievales, allá por el siglo XIII y deducimos que era ya lugar pequeño. 


La Edad Moderna trajo consigo no sólo su pérdida de entidad, sino también de denominación; su hermoso y descriptivo nombre se fue perdiendo poco a poco para convertirse simplemente en El Barrio de Lovingos, que finalmente, acabó desapareciendo en los albores del siglo XIX, aunque aún pueden observarse restos de sus antiguas construcciones en la ladera del cerro, que guardan la memoria de momentos mejores.  

Un breve paseo por la cuerda de su loma, entre aromáticas, nos conducirá a un curioso torreón semicircular en ruinas, que mira a la campiña vigilante, colgado físicamente del mismo borde rocoso del otero en que se asienta. Desde aquí, parece un gigante tuerto y solitario pero no es una torre cualquiera; excavaciones realizadas a finales del XX parecen corroborar que pudo ser parte de una iglesia, de la que es ahora el único testimonio. 

Tres vanos, en su parte superior, entonces accesibles desde una altura de casi tres metros, comunican con el primer tramo, macizo, enraizado en la roca viva. Una pequeña necrópolis, excavada a su lado, y datada en el siglo X, parece hablar, ya vacía, de la época de Almanzor, cuando arrasó la zona en el 977. 

NUESTRA SEÑORA DEL OTERO NO ESTÁ AÚN INCLUIDA EN LA LISTA ROJA DEL PATRIMONIO DE HISPANIA NOSTRA

POCIAGÜILLO

Si decidimos seguir en su término, un poco más al norte nos esperan las ruinas del despoblado de Pociagüillo, o Poz Yagüe el menor, como se le conocía en la Edad Media. Pociagüillo guarda otro pequeño recuerdo de un pasado esplendor: el denominado torreón de Pociagüillo, que no es sino uno de los hastiales de su antiguo templo parroquial, correspondiente a su espadaña.

Recogido por primera vez en documentación escrita de mediados del siglo XIII, a finales del siglo XVI era ya una aldea muy pequeña, que pudo desaparecer el siglo siguiente. Aún son visibles  fragmentos de tejas y cerámica de posible cronología tardomedieval que podrían apuntar al origen  de este enclave, cuyo topónimo anunciaba un pozo en las inmediaciones.

Encontrarás Pociagüillo a la derecha de la carretera SG-223, que desde Cuéllar se dirige a Campaspero. Llegarás en bicicleta en menos de media hora.


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Lovingos es una pequeña localidad, actualmente anejada a Cuéllar, a muy pocos kilómetros de la villa; puedes llegar allí tomando un corto desvío en la carretera que desde Cuéllar conduce a Cantalejo.

También puedes animarte a hacer una ruta cicloturista por la zona. Disfrutarás de los pequeños pueblecitos del entorno cuellarano.

¿TE HA SABIDO A POCO? Prueba con este enlace.


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