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Balsamos

No es la primera vez que encontramos un templo con dos advocaciones totalmente dispares. ¿Cuestión de modas? ¿Simplemente un error? ¿Una discrepancia de los investigadores?  En este caso pudo ser simplemente un cambio de titularidad.

En 1076, nada menos que en el siglo XI, el gobernador de Sepúlveda, Pedro Juan, donó al monasterio de San Millán de la Cogolla una serna en el valle de Bálsamos. Allí, en la zona conocida como Vega de San Millán, el abad de San Millán ordenó construir una ermita.

Poco sabemos de la trayectoria de este templo hasta la Edad Moderna. Parece que en documentación eclesiástica del siglo XV, se habla de ella como de San Bonal, que podría referirse en este caso San Baudilio, pero también es cierto que para otros tanos investigadores la denominación del templo sería Santa María, quizás por advocación posterior.  De hecho, el caserío adyacente, posterior en el tiempo, figura ya como Casas de Santa María.



En cualquier caso, la ruina sigue allí esperando al eventual caminante.

Sillares expoliados y derrumbes progresivos han hecho desaparecer la estructura que un día tuvo, dejando tan solo parte de sus muros, pero allí, sobre su pequeña loma rocosa, a la sombra de los álamos, las ruinas de Bálsamos se integran ya plenamente en el hermoso paisaje.

La ruina sigue siendo una de las paradas obligatorias en el recorrido senderista del llamado cañón de Bálsamos, entre Urueñas y Aldeonte. 

Bálsamos o Válsamos, o en ambas variantes sin tilde alguna, fue un despoblado actualmente en el término de Urueñas, en tierras sepulvedanas, aunque antiguamente perteneció a los Navares. Dicen incluso en Urueñas que una de las campanas de su templo podría provenir de la extinta población.


Balsamos se encuentra en un paraje amable, un pequeño valle en el que el arroyo que lleva el nombre de la extinta población camina a juntarse con el arroyo de la Vega. Desde Urueñas, un recorrido llano, perfectamente ciclable, nos llevará al despoblado que no dista más de cinco kilómetros. También puedes llegar por el lado opuesto, Aldeonte, o incluso desde Navares de Ayuso, como te propongo en le mapa. En cualquier caso, un placer en la primavera, en la que las flores de lino dan a los prados un aspecto de nieve entre el verde rabioso de la pradera que se extiende a ambos lados del arroyo.


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