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Resiliencia en piedra

Hinojosas del Cerro desgrana sus casas por la ladera del otero que le da su apellido. Estamos en tierras del Duratón y, a pocos kilómetros, en dirección al embalse de Burgomillodo, encontramos un ábside perdido, el de San Vicente.

Hinojosas es un pueblo sepulvedano de tierra difícil. Las viviendas retrepadas en su cerro llevan al templo de San Ubaldo, que lo preside, de románico sobrio y resistente. Sin embargo, visto en su conjunto, Hinojosas es un lugar alegre, plagado de árboles que alegran la estación húmeda y proporcionan la frescura en el estío cegador castellano.

San Vicente marcaba el límite del territorio del poderoso priorato medieval de San Frutos del Duratón.

El caserío tuvo en sus buenos tiempos dos ermitas, San Miguel, de la que solo queda el "santo" que le dio nombre y San Vicente, en tiempos iglesia de un despoblado del mismo nombre que sobrevivió hasta el siglo XIX.

Desconocemos cómo sería este templo, aunque intuimos las características propias del románico sepulvedano; no parece haber documentación que lo describa, pero sí sabemos que la aldea que presidía ya estaba en pie en el siglo XI. El penoso estado de conservación del hermoso ábside hace previsible un derrumbe a no largo plazo.

SAN VICENTE ESTÁ INCLUÍDO EN LA LISTA ROJA DEL PATRIMONIO DE "HISPANIA NOSTRA"

CÓMO LLEGAR: Para visitar las ruinas de San Vicente, tomaremos un camino al suroeste de Hinojosas, que nos llevará en dirección al embalse de Burgomillodo. Pronto avistaremos la ruina, a menos de dos kilómetros del pueblo, de la que sólo permanece en pie su ábside en mampostería, pero el encanto de la zona y su innegable valor paisajístico hacen de San Vicente una atracción para senderistas: una calzada, de posible origen romano, te conducirá al despoblado. Si quieres prolongar el recorrido, puedes casi llegar hasta el mismo embalse de Burgomillodo.


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